UN VIAJE AL CENTRO TRAS LA HUELLA DE FERNANDO DAZA por Nicolás Lastra Pérez

13.08.2018

¿Quién es Fernando Daza? Yo tampoco tenía idea quien era, y probablemente no lo hubiera sabido nunca si no fuera por la casualidad que nos llevó a juntarnos con él.

Todo comenzó con un concurso donde había que crear un diario con reportajes originales desarrollado por estudiantes. Tenemos 13 años, ¿sobre qué tema podíamos escribir?, estábamos en blanco, nos importaba mucho más correr a la cancha para jugar a la pelota cuando tocaran el timbre, que escribir para el famoso diario. Aun así, tres aceptamos entrar al concurso: Rambo, Dauno y yo.

Alguien nos consiguió una entrevista con un muralista supuestamente reconocido. Íbamos a ir el lunes en horario de clases a juntarnos con él. Nos acompañarían dos profesores, Leandro de lenguaje y un profe de historia que hacía clases en media, Diego. Al final este concurso nos ofrecía algo interesante, íbamos a salir del colegio, pero no como curso, si no que en un grupo mucho más reducido.

Llegó el lunes y partimos, no íbamos en furgón, esta vez caminamos hasta Vicente Valdés y tomamos al metro. El destino era el cerro Santa Lucía, donde estaba el mural más famoso de nuestro entrevistado. Había pasado muchas veces por el cerro Santa Lucía cuando chico, pero nunca había visto un mural, así que no sabía qué esperar.

Al llegar al metro fue cuando nos dimos cuenta de la poca experiencia que teníamos saliendo solos. Estábamos a cargo de los profes, pero ellos no andaban detrás de nosotros. Rambo decía que nunca había andado en metro, según él no sabía ni lo que era un boleto, no se si estaba mintiendo (no sería la primera vez) pero sí parecía desorientado. Revisamos a qué estación teníamos que ir y en qué parte hacer combinación. Baquedano y después tomar la línea 1 hasta Santa Lucía, no puede ser tan complicado.

Llegamos al Santa Lucia y de inmediato noto que en el costado sur del cerro hay un mural, no lo comprendo mucho, pero reconozco a Gabriela Mistral en el centro. Al lado del mural hay un viejo sentado en una banca, debe ser Fernando Daza, la persona que íbamos a entrevistar. No nos pesca mucho, saluda a los profes e intercambian algunas palabras. Nosotros nerviosos nos mirábamos incómodos, ¿qué le íbamos a preguntar? Se suponía que íbamos a preparar algunas preguntas, pero nunca lo hicimos.

Decidimos que el Rambo guiara la entrevista y que nosotros íbamos a ir haciendo preguntas a medida que se nos fueran ocurriendo. Partimos por lo básico, el viejo se llama Fernando Daza, tenía 75 años, era pintor y muralista. Pasamos a otras preguntas, pero no nos entendíamos. ¿Qué estudió? Si! Por su puesto que estudié. ¿En que parte de Chile nació? Sí, nací en Chile, soy chileno. No se si el Rambo habla muy mal o Daza no escucha bien, pero tuvimos que empezar de nuevo, un par de veces.

Nos contó que había nacido en Santiago y que estudió en la Escuela de Bellas Artes de la Chile. El Dauno le pregunta sobre qué pensaron sus padres cuando decidió estudiar arte; siempre lo apoyaron. En un intento de participar yo le pregunto si le gusta pintar, inmediatamente me arrepiento, que pregunta más weona, obvio que le gusta, si el viejo es muralista. No responde, pero todos nos reímos.

Hablamos de sus profesores, de la influencia del muralismo mexicano en Chile, de cómo había decidido dedicarse a realizar grandes obras. Nos cuenta de los trabajos que hizo fuera del país, -¿Por qué estuvo fuera de Chile?- Exiliado. Autoexiliado nos aclara, se fue a Venezuela y luego a los Estados Unidos. No nos damos cuenta y los cinco estamos metidos escuchando las historias de Daza, de su vida en el extranjero y cómo se desarrolló como artista.

¿Y el mural? ¿Por qué lo había hecho? El alcalde de la época se lo había encargado. Nos dijo que lo pintó en dos semanas sobre muchas piezas de cerámica que luego fueron llevadas a Fanaloza para ser tratadas. -¿Fanaloza? ¿La empresa que hace baños?- pregunta Leandro. -Esa misma- responde Daza. Las piezas del mural de Gabriela Mistral fueron horneadas junto a WC y lavamanos que podrían estar en la casa de cualquier chileno.

Terminamos la entrevista y volvimos a nuestras casas. Escribimos nuestro reportaje sobre Daza y esa salida pasó a ser una historia de la que nos acordaríamos cada cierto tiempo en nuestros años de colegio. El concurso lo perdimos, "el diario que lo organizaba era facho" fue la justificación con la que concordamos con el Dauno y el Rambo.

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Ya no somos escolares, los años pasaron y estamos jugando la liga de baby-futbol para ex-estudiantes. El Rambo no juega, pero con el Dauno llegamos todos los domingos  al colegio. Vamos empatados, queda poco para terminar el partido. Corner, el Dauno despeja y la pelota cae en la casa de al lado, tiene que ir a buscarla. Aprovecho para tomar agua y descansar. Vuelve con la pelota y sigue el partido, pero lo noto extraño. Pase, tiro al arco, fuera. -¡Nico!-Me dice. No lo pesco, estoy mirando la pelota. -Nico!, me encontré con Fernando Daza-. No entendí lo que me decía -¿Fernando Daza?-le pregunto. -Sipo, el del mural, ¿te acordai? Él me pasó la pelota, ¡vive acá al lado!-.

Perdimos el partido, pero esa tarde nos reímos tomando unas chelas y acordándonos del viejo pintor y su mural de Gabriela, de nuestro viaje al Santa Lucía. Unos años después en la tele veo un reportaje diciendo que se había muerto. En la noche hicimos un salud por él.

Todas las personas que miran las cerámicas al costado del cerro deben pensar algo distinto. Yo, por ejemplo, cada vez que paso por La Alameda y veo el mural, recuerdo a Fernando Daza, el viejo pintor que vivía atrás del Raimapu.

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