PESADILLAS

29.11.2017

Cuando desperté, supe que aquello no era real. Debía seguir en un sueño.

Porque, si no, ¿quién me explicaba el ritmo lento, acompasado (normal), de mi corazón? ¿Cómo podía yo no sentir miedo, no haber despertado con una asfixiante sensación en la garganta, siendo que cada noche me acosaban las pesadillas?

No, aquello era un sueño. Nunca, en toda mi vida, me había despertado tan tranquila, tan...normal.

En un intento por reconstruir mi día a día, me sequé el inexistente sudor de la frente, me desperecé, me deshice del pijama, y me puse ropa limpia.

Esperé, obstinada, el momento que volvería aquel tranquilo sueño una pesadilla. El instante en el cual debería despertarme, con el corazón latiendo a mil por hora.

Me dirigí a la puerta y la abrí de golpe. El miedo me nubló la vista. Di un traspié y caí al suelo sonoramente. Sólo atiné a cubrirme la cabeza con las manos. A gemir lastimeramente.

Solo entonces, comprendí que aquello no era falso. No era obra de mi subconsciente.

Mis pesadillas ya no eran solo eso.

Desde ese día y hasta hoy... me siguen.

En el mundo real.

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