NIÑO

29.11.2017

-Mírame- exigí.

Me sorprendí de la suavidad con que aquella palabra salió de mis labios. Como si mi cerebro no hubiese enviado a mi boca la orden de imprimirle toda la dureza que me fuese posible.

Él levantó la vista.

Distinguí en sus ojos una nota de reproche. Como intentando regañarme por tratar de imponerle un castigo.

-¿Qué?- preguntó. Pese al tono sumiso, capté cierto desafío en sus palabras.

Mi mirada se endureció. Él pareció notarlo, porque el enojo desapareció de sus ojos y una lágrima le recorrió la mejilla.

-No vuelvas a hacer eso- dije.

Asentí levemente con la cabeza, me abrazó, y, a continuación, corrió a reunirse con sus juguetes.


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