PESADILLAS
29.11.2017
Cuando desperté, supe que aquello no era real. Debía seguir en un sueño.
Cuando desperté, supe que aquello no era real. Debía seguir en un sueño.
Silencio. La más pura y aplastante oscuridad. El corazón late con toda su fuerza, la emoción y la adrenalina me nublaban la vista.
Dolía. Sentía como mi piel ardía, consumiéndose. Quise gritar, pero de mis labios sólo salió un sonido mudo. Pese al calor de las llamas, un sudor frío me recorrió la espalda.
Desperté, de la nada, en la niebla más densa que había visto nunca. El frío me abrumaba. Desconcertada, noté que me faltaba un zapato.
Me sorprendí de la suavidad con que aquella palabra salió de mis labios. Como si mi cerebro no hubiese enviado a mi boca la orden de imprimirle toda la dureza que me fuese posible.