CREACIÓN LITERARIA: GUITARRA MUDA por Cristóbal Ledezma

29.11.2017


"El amor es torbellino de pureza original,

Hasta el feroz animal susurra su dulce trino"


Estuve alrededor de tres años tocando solo para mí, solo podía escuchar yo el sonido de las cuerdas retumbando por la casa. Un día estaba discutiendo con un amigo, quería que interpretara un fragmento de la novena sinfonía, para los egresados de cuarto medio en su liceo. Intentó convencerme por al menos hora y media. -Ya está, no quieres, pero al menos acompáñame a un carrete hoy-.

Me encontraba fuera de una casa típica ABC1, llamé al Leo, él ya había llegado y salió a abrirme. Entramos y sentí un ambiente bastante cálido. Había pocas personas, 4 para ser exactos, dos jóvenes un tanto tímidos y dos jovencitas, una sorprendentemente rubia y radiante, y la otra un poco más desaliñada, pero aun así muy hermosa.

El Leo conocía a la dueña de casa por el conservatorio, habían tenido clases de teoría musical juntos. Me presentó, -Bueno este es mi amigo francisco, díganle pancho-. La rubia se me acercó y dijo -Hola, soy Josefa, toco guitarra clásica, el leo me ha contado un par de cosas tuyas... Quedé en shock seguramente ya sabía que tocaba guitarra -¿Tocas guitarra cierto?- Ehhhhh, sí.... un poco .... En realidad no. El Leo me quiso mata. Su mirada me dijo todo. La rubia se esforzó por hacerme sentir cómodo. Me tomó de un brazo y me llevó a su estudio. La casa era enorme, para perderse en tantas habitaciones, se sentó en un sillón y empezó a hacer sonar una guitarra. Dijo -A mí no me engañas, tú sí tocas guitarra-. Nuevamente quedé sin palabras, mientras estaba parado medio lerdo, sentí vergüenza de mí, no quería decirle la verdad. Tocó y cantó "BlackBird" de los Beatles canción que me encanta. Me quedó mirando al terminar y le dije -Sí, toco, pero no me gusta mucho que me escuchen...- Se me acercó y dijo -Francisco toca algo para mí y no te molesto más-

Me acomodé la guitarra y se sentó a mi lado, toqué Nocturne op.9 de Chopin, no pude evitar sonreír. Miré su rostro de felicidad, se acercó nuevamente y como un imán nuestros labios se pegaron. Por primera vez en mucho tiempo, lo que toqué fue escuchado y a la vez comprendido, era una tonalidad apasionada, como si tuviese vida. Un sonido de amor puro, todo lo contrario, a los que había emitido durante años.

Volvimos al salón y le dije al Leo. -Voy a tocar- Era momento de ser escuchado.

Revista Alárbol alarbolrevista@gmail.com
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar